Distinto tiempo, un lugar nuevo.......

El día que haya una política cultural realmente digna y realizada a fondo, es decir, una política en que todas las manifestaciones de la cultura, desde las mas antiguas hasta las mas recientes, sean actualizadas y puestas de verdad al servicio del progreso y del enri­quecimiento de nuestro espíritu, se acabarán las in­comprensiones y las imágenes de “casos”, de extrava­gantes y casi payasos que se fomentan en el pueblo a propósito de los artistas nuevos. Se comprenderá la importancia de su papel en la sociedad.

En la península, para estar, según dicen, a la eu­ropea, se promociona un auténtico simulacro de cultura. Nombres prestigiosos, fechas importantes, títulos de obras famosas..., pero todo visto por la entretela o convertido en incomprensible por falta de actualiza­ción. Basta con que nos fijemos en la clase de lecturas y de concursos que fomenta la televisión. Cosas pura­mente memorísticas, erudición fría sin ninguna rela­ción con la vida. En cambio, jamás oímos nada sobre formas de gobierno, o derechos humanos, o derechos políticos y sindicales, o que se explique seriamente algo sobre el contenido auténtico del arte nuevo. En la televisión pueden salir concursantes incluso capa­ces de adivinar que Rimbaud escribió el soneto de las Vocales o Éluard su famoso canto a la Libertad. Pero ¿quién, de cara a los millones de televidentes, puede leerlos realmente, comentarlos y sacar de ellos consecuencias provechosas para nuestra sociedad? Por no hablar de las obras clásicas difundidas en traduc­ciones anticuadas, deformadas, pulidas y transforma­das en mera diversión retórica. Y por no hablar tampoco del monstruoso porcentaje de espacios que en todo el mundo se dedican a la “cultura” de seriales y otras droga que adormecen.

Vivimos; en el plano cultural, las mismas dificulta­des que ponían aun durante el pasado siglo algunos caciques para frenar la enseñanza de la lectura y la escritura, con el temor a que la gente despertara demasiado. Quedamos horrorizados, cuando todavía oí­mos decir entre las clases decisorias, con la dema­gogia de siempre por añadidura, que debe servirse mejor al pueblo con lo que le da gusto y no con ideas excesivamente intelectuales.

Se habla, mucho de un supuesto gran éxito inter­nacional del arte de la España actual. Quienes hemos vivido de cerca sus problemas sabemos que se trata de un bluff que debería avergonzamos, Sabemos que las personalidades que cuentan realmente en el mundo del arte, emigraron hace muchos años física o moral­mente del país, y que aquí encerrado no se habría for­mado nada de valor. ¿Dónde está realmente el arte español? El arte nunca podría existir y tomar un sentido con valor universal independientemente de la re­sonancia que tenga en un público sensible y lo mismo es aplicable a la cultura en general. Los artistas se van del país no en busca de fortuna, como se pretende hacer creer, sino porque sencillamente sólo llegan a ser artistas en función de unos esperadores sensibles encontrados en alguna parte, aunque sólo sea en los ideales de un futuro próximo. Otra, razón de su partida es la esperanza de que la autoridad adquirida fuera de la propia tierra llegue a hacer que algún día sean escuchados en su casa.

Con el tiempo se verá claramente la decadencia a que nos ha llevado este retraso en la formación de la sensibilidad de nuestra sociedad durante las últimas décadas; en todos los aspectos de la cultura. A menos que creamos que lo que nos está formando son las li­videces cadavéricas de los Premios Nacionales de Pin­tura almacenados en Bellas Artes durante los últimos treinta años o la vulgaridad de los cantantes que tie­nen copada la televisión.

Con la práctica de no facilitar a fondo la difusión y la enseñanza de la auténtica cultura formativa, y de seguir con la hipócrita idea de que conviene dar lo que el vulgo pide, nunca se formará, naturalmente, la sensibilidad necesaria. Pero, además, cuando un respon­sable, por ejemplo, de los programas de televisión declara, como hemos leído, que es el pueblo el que pide tal cosa ¿en nombre de qué pueblo habla? ¿Quién le ha delegado para asegurarlo? Obstinarse todavía en hacemos creer que con esta mentalidad se hace una tarea cultural es tanto como aseguramos que se puede llegar a nadar sin siquiera ver el agua.

Y, desgraciadamente, esta mentalidad continúa abundando también en muchos otros ámbitos y no da facilidades a la práctica de la sensibilidad, poética o artística ni a la práctica de la sensibilidad democrática o de la libertad en general, que no se aprenderá nunca de no ser con su propio ejercicio.

Pero nada de esto es ilógico. Como nos ha recor­dado recientemente M.a Lluisa Borras en Destino, la sensibilidad de un pueblo es su fuerza, una fuerza que constituye en todo el mundo un serio peligro para los poderosos. Y no es nada extraño que en los me­dios que deberían estar al servicio de todos se intro­duzcan siempre los que se creen en la obligación de ponerlos únicamente al servicio, de unos cuantos.

Antoni Tapies (1969)

La Práctica del Arte

Y “na de na”, estamos en Argentina 2008.

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